Anímate a diezmar

Queridos feligreses y amigos de la parroquia Jesucristo Redentor:


Como párroco de esta comunidad de fieles y amigos, quiero hacerles una propuesta muy especial para la vida, que traerá grandes beneficios espirituales y materiales para cada uno de ustedes. Se trata de algo que he experimentado en mi vida personal también.


Con ocasión de la cuaresma que comienza el miércoles 14 de febrero de 2024, quiero animarlos a conocer y profundizar en el sentido del diezmo y de sus beneficios. Pueden unirse a esta campaña en cualquier momento.


Pienso que todos queremos dar a la Iglesia y sabemos de la obligación que tenemos de hacerlo, pero muchas veces aplazamos u olvidamos este llamado que nos hace Dios. Esta es la ocasión de vivirlo, no solo como un deber, sino también como una experiencia espiritual y material de grandes beneficios.


Debo confesar que hace un tiempo yo como sacerdote no diezmaba. Desde hace unos años me decidí a dar el 10 por ciento de mis ingresos a la Iglesia. Debo testimoniar que mi relación con el dinero ha cambiado, me siento más libre, y veo que Dios multiplica los recursos personales que me pone a disposición.


Inmediatamente viene la pregunta de cuánto diezmar o a quién diezmar. La Iglesia dice que se debe dar el producto de un día de trabajo al año a la Iglesia. La Biblia sin embargo en el Antiguo Testamento habla de dar el diez por ciento de todo a Dios. Aquí el asunto no es quedarse en una regla, sino tomar un decisión y empezar a vivirlo. Como lo he dicho, yo doy el 10 por ciento de lo que me entra a la Iglesia. Esa ha sido mi política personal. No es ley, pero es una idea. Luego otro dinero se puede usar para ayudar a los pobres, familiares y demás personas en necesidad. El punto es no tener miedo a ser generosos. Se trata de empezar con algo, lo que sea, pero concreto.


Yo los invito a que hagan la prueba, a que tomen una decisión.  Por ejemplo a donar durante 6 meses o un año y ver qué pasa. Si al término de ese período las cosas no cambian, no seguir haciéndolo, pero puede que en cambio muchas cosas cambien en la vida cuando se decidan a dar. Es bueno dar cada vez que les entre dinero o que reciban el sueldo, no aplazarlo. Verán lo que hace Dios en tu vida con eso.


Yo les propongo que me ayuden en la parroquia. Les hago la siguiente pregunta: ¿creen que en la Parroquia Jesucristo Redentor suceden cosas buenas? ¿Creen que en esta parroquia se evangeliza, se anuncia la Palabra, se cambian vidas de familias, jóvenes y todo tipo de personas? Si creen que esto sucede, entonces les pido que me ayuden y que consideren seriamente hacerte parte del grupo de personas que diezman.


Se trata de inscribirse en el formulario que aparece al final de este texto y hacerlo en oración. Pidan a Dios que les diga cuánto y con qué frecuencia deben ayudar. Si ganan un salario fijo, puedes dar una cantidad fija, si tienen ingresos irregulares, pueden dar una cantidad variable. El punto es tomar la decisión y comprometerse.


Una vez llenen el formulario, se les ofrecen los posibles medios de pago. También entrarán en la comunidad de diezmo parroquial, la cual tendré en una plegaria especial en mi oración. Cada mes celebraré una Misa especial por las intenciones de cada uno de los miembros de la comunidad. Será el segundo domingo de cada mes a las 8 am. También rezaré por ustedes el día de su cumpleaños y podrán recibir periódicamente por correo electrónico ayudas que les permitan conocer más y profundizar el sentido del diezmo y de la ayuda.


A continuación les presento unas ideas básicas sobre el fundamento del diezmo, que luego podrán profundizar:


Fundamentos del diezmo:


“Tuya, oh Yahvé, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad; pues tuyo es cuánto hay en el cielo y en la tierra”

(1 Crónicas 29, 11-12).

 
Seguramente hemos escuchado este versículo alguna vez, pero quizás, no hemos reflexionado sobre el papel del Señor como amo de todas nuestras posesiones. Dios se manifiesta en tres áreas fundamentales: propiedad, control y providencia.

 

Propiedad


La Biblia dice claramente que Dios es el único dueño de todo, de Yahvé es la tierra y cuanto la llena, el orbe y cuantos la habitan (Salmo 24,1). Las escrituras hablan incluso de objetos más concretos de los que Dios es propietario: la tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y ustedes son forasteros y huéspedes en mi tierra (Levítico 25,23), “mía es la plata y mío el oro” (Ageo 2,8) y “Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su consistencia”. Es decir que debemos reconocer a Dios como el dueño de todo y permitir que Jesucristo se convierta en el Señor de nuestro dinero y posesiones; empezar a interiorizar la pregunta correcta: ¿Señor que quieres que haga con Tu dinero? Y mantener esa perspectiva en las decisiones de gastar, ahorrar, invertir y donar.

Es más fácil pensar que el dinero que ganamos y los bienes que tenemos son únicamente el resultado de nuestras habilidades, talento o logros. Nos resulta difícil creer que no nos hemos ganado el derecho a poseerlos y aún más que todo es dado a nosotros por Gracia y Misericordia de Dios.

 

Control


Es importante entender el dominio que ejerce Dios sobre todos los eventos de la tierra: “tuya oh Yahvé, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad; pues tuyo es cuánto hay en el cielo y la tierra” (1 Crónicas 29,11-12), “Todo lo que quiere Yahvé, lo hace en el cielo y la tierra, en el mar y en los abismos” (Salmo 135, 6). El Señor tiene el control aún en las circunstancias difíciles y en los problemas cotidianos como los relacionados con las posesiones y el dinero. El Señor permite las circunstancias difíciles por tres razones: para templar nuestro carácter, para que se cumpla su voluntad y para educarnos con amor cuando es necesario.


La sociedad nos dice que somos los dueños de todo lo que poseemos y que nosotros controlamos nuestro destino, sin embargo es nuestra responsabilidad vivir en concordancia con el verdadero soberano que controla todos los acontecimientos de la historia y nos provee para ser sus instrumentos de generosidad con los demás y aun más con su Iglesia. Siempre tendremos algo para dar, aun cuando pensemos que es poco, la corresponsabilidad como católicos aplica en todos los aspectos de nuestra vida, Dios promete hacer su parte con nuestras finanzas, si nosotros nos comprometemos con crecer fielmente como buenos administradores.


Providencia


“y mi Dios proveerá a todas sus necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús” (Filipenses 4, 19), por tanto aún en medio de un problema financiero extremo, el Señor ha prometido su asistencia. Debemos orar para que el Señor nos muestre como conducirnos sabiamente en el camino de confiar y actuar, siendo generosos con lo que tenemos aún en escasez.


La exigencia del Señor es que seamos fieles administradores de los bienes que Él generosamente nos provee. Independientemente de si son muchos o pocos, tenemos como responsabilidad el cultivarlos, compartirlos con donación generosa y devolverlos al Señor con creces. No se trata de pensar en lo que haría si tuviera cien millones, se trata más bien de decidir sobre lo que estoy haciendo hoy, con los cien pesos que tengo, “el que es fiel en lo insignificante, lo es también en lo importante y el que es injusto en lo insignificante, también lo es en lo importante” (Lucas 16,10.


Esto quiere decir que al aplicar los principios de la economía de Dios, comenzaremos a salir de la deuda, a gastar de forma más inteligente, a iniciar un ahorro para nuestras metas y a dar a la causa de Cristo que es Nuestra Iglesia Católica.


El acto de dar trae grandes ventajas: dar con generosidad y de forma constante, beneficia al que recibe, pero Donar con amor, permite que el dador se beneficie más que quien lo recibe “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hechos 20,35). El acto de dar pone en sintonía nuestro corazón con el Señor, “porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6,21). Por eso, debemos prestar atención para que nuestros donativos tengan siempre a Cristo como destinatario. Cuando dirigimos a Él nuestro tesoro, nuestro corazón estará unido automáticamente al Señor.


Diezmar a nuestra Iglesia constituye una inversión para la eternidad y un incremento en bendiciones a quien da: “Miren, el que siembra con tacañería, cosechará también con tacañería; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia, cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmarlos de toda gracia a fin de que teniendo siempre y en todo lo necesario, tengan aún sobrante para toda obra buena…” (Corintios 9, 6-8). Estos versículos, señalan claramente que dar trae bendiciones a quien da con amor y generosidad y que el Señor produce un incremento para que podamos dar más y al mismo tiempo atender nuestras necesidades.


Así que los animo, queridos hermanos y hermanas, a sumarse y arriesgarse a diezmar. Yo lo necesito como líder de nuestra parroquia para poder llevar adelante muchas obras de evangelización que necesitamos cristalizar y que se harán realidad con su ayuda.


Gracias por llegar hasta aquí y leer!! Súmense a la campaña.


Dios los bendiga.

P. Astolfo Moreno
Párroco

 

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